30/12/08



Otra semana estaba muriendo y él volvía una vez más a aquel local de mala muerte infestado de carnaza. Con la copa ya servida y el sitio más o menos encontrado comenzó a observar el repetido espectáculo de luces, focos, risas y falsedad como hacía cada noche, un poco apartado del grupo pero sin a penas distanciarse, dejándolos que comentasen, medio en serio medio en broma, lo que harían con aquellos cuerpos de toparlos desnudos mientras él era completamente absorbido por sus propios pensamientos. Follar solamente era una palabra más, vacía de contenido e insuficiente en la mayoría de los casos, algo así como un pequeño resquicio de una conducta adolescente que, a día de hoy, de tomarse en serio apenas soportaría su propio peso.

- Ya estás otra vez en la misma. Lo que a ti te hace falta es echar un buen polvo.
- Venga, tráeme a una que no cobre y convéncela de que se baje las bragas para mi.
- Esa si que es buena, no te parece que de encontrar a una no serías tú sino yo quien se la tiraría?
- Pues menudo amigo estás hecho, ¿puestos a suponer no se suponía que era yo quien más lo necesitaba?

Por supuesto que lo necesitaba. Todo el mundo lo necesita, pensó, pero el bienestar sexual era demasiado breve y, cuando se extinguía, tu vida seguía siendo la misma apestosa mierda que justo antes del orgasmo. Follar solamente era otra peripecia que contar a tus amigos; una rubia, una morena, otro galón en el pecho como si por aquel hecho la hombría se multiplicase de forma disparatada. En realidad follar le importaba un carajo, seguía echándola de menos, era esa su cruz y no otra, no podía olvidarla ni en los momentos más etílicos de sus continuas borracheras y que durante el resto del tiempo se transformaba en un agudo pesar. Había ocasiones en las que las piernas le fallaban y las manos no le respondían, entonces se sentía como un jarrón balanceándose en el borde de un abismo cualquiera, débil, físicamente vulnerable, como si fuese a caer enfermo o desmayado; y beber no lo mejoraba en absoluto aunque sí disipaba momentáneamente su atención en tan cruento hecho. Cualquier cosa era mil veces mejor que continuar absorto por aquel sentimiento, el alcohol era sólo una de las menos duras.


PD: “Con las sobras de mis sueños me sobra para comer.”

9/11/08



No dijo nada y sonrió. Aquella fue la última vez que supo de su existencia. Desde entonces ha pasado por muchas fases hasta llegar a la actual. Recuerdo la angustia primaria, la obcecación que le siguió y, sobre todo, su imperturbable manera de afrontar el asunto; extraña manera, horrible asunto.

Basándose en unas máximas absurdas de un majara antiguo decidió comprarse una maleta y desaparecer. El ritmo de los acontecimientos, decía, es tan poderoso que no se puede combatir y, de hacerlo, sólo encontraremos la más absoluta de las desesperaciones. Sus palabras, sin duda, eran las de alguien cansado, las de alguien a quien le ha ido mal, las de alguien, en definitiva, que ha subido hasta lo más alto de la locura y, una vez arriba, se ha visto obligado a bajar.


PD: Ahora, entre birras bien frías y canutos cargados, intenta volver a la normalidad.

2/11/08



KATAPLÚN

Llegaron una a una con marcado paso militar y la frialdad de un cirujano. Seguían un ritmo oscilante, a veces pausado y a veces frenético, a veces nervioso y a veces impasible, a veces terrible y por momentos siniestro. Las fui despachando lo mejor que pude en el rigurosísimo orden en el que iban llegando, poco a poco, sin a penas inmutarme, sonriendo como sólo sonrío cuando algo no me hace gracia y conteniéndome como nunca me contengo. Tratando como estaba de procurar llevar la expresividad hasta mínimos absolutos un único deseo apareció en mi mente; quería tintar las paredes, golpe a golpe, durante largo rato, sin pestañear, sin que me diese tiempo a si quiera pensar ni mucho menos a que un simplón atisbo de sensatez interrumpiese aquel armonioso martilleo que me tranquilizaría; pero... al poco deseché esta opción. No por nada, es sólo que la consideré cobarde e inútil, tremendamente inútil y, tras levantarme, decidí serenarme, no tomar calmantes y echarme a dormir.

PD: Mañana será otro día, pensé. Pero lo cierto es que tan sólo era ira contenida.

15/10/08



SI NO QUE SE LO PREGUNTEN A ELLA

Habían estado juntos durante mucho mucho tiempo, es más, harían dos años dentro de bien poco y pensaban celebrarlo por todo lo alto. El vino correría por cuenta ajena durante toda la cena, los alimentos irían desfilando con la elegante parsimonia característica de los desfiles veniales, la música emanaría de un reputado cuarteto de cuerda y, tras el postre, llegaría la sobremesa y con ella las copas, los puros y los bailes. Luego los regalos, los besos y un romántico paseo a la luz de las farolas de la capital. La noche les sonreiría y ellos sonreirían a la noche. La celebración seguiría en casa entre sábanas de fina seda y numerosas velas minuciosamente colocadas. Todo estaría en su justa medida, todo sería perfecto, nada fallaría... creándose una atmósfera muy personal y romántica, tremendamente romántica. Allí, en su nidito de amor en régimen de alquiler, se dejarían querer durante horas y horas, mirándose como sólo los enamorados se miran y prometiéndose lo que sólo los enamorados se prometen y, al final, exhaustos los dos, se abrazarían deseando vivir siempre en ese preciso instante: sin mentiras, sin complejos, sin recelos... separados únicamente por un fino velo de sudor, el de él y el de ella, sintiéndose como uno sólo en la inmensidad de este loco mundo. Esa noche dormirían felices y ajenos a la fatalidad pero... ya se sabe que las relaciones, como la vida misma, llenas están de profundas decepciones y amargos sinsabores por lo que, una vez más, el amor más sincero se transformó en el pesar más profundo.


PD: Ahora, mientras ella deambula destrozada por calles anónimas junto a personas anónimas, a mi me ha dado por pensar. He pensado que el amor es estiércol y sobre lo muy duro que puede resultar apostar.

27/7/08



AQUÍ YACE LA ESPERANZA Y FUE ASESINADA POR DESCUIDADA

Quería verla, más que a cualquier otra cosa, lo necesitaba, necesitaba tenerla delante y confesarle mis pensamientos, mis inquietudes, mis lamentos. Había imaginado ese encuentro cientos de veces en estos últimos quince días, estaríamos los dos solos como antes, quizás frente al mar, y yo hablaría, hablaría mucho, tanto que no admitiría ningún silencio incómodo ni una mala cara, sencillamente no podía permitírmelo... Mi pose sería firme y llevaría la iniciativa hasta que le tocase hablar, en este punto la escucharía y replicaría todo lo que tuviese que replicar y así sucesivamente hasta que no quedase nada que decir o nada por lo que luchar y al fin, sin coraza y sin fuerzas, todo dependiese de ella. No esperaba un final feliz, los finales felices se han diseñado para los libros infantiles, no para ciertas vidas y mucho menos para la mía, pero sí un final de partida en el que estarían todas mis cartas encima del tapete; sabía que no era una buena mano y que seguramente no ganaría pero era la que tenía y con eso me bastaba. Estaba preparado para volver a la realidad, la realidad de la soledad, de la búsqueda constante de placeres instantáneos con los que maquillar esa existencia que detesto y que se vuelve miserable paso a paso cada día al tiempo que me adentro en el cuarto mundo, ese mundo en el que no hay buenas razones, el mundo de los deportados del cariño y la esperanza, del buen hacer... el mundo de los que se conforman con un mísero “carpe diem”.

Como digo estaba listo para lo peor, pues era lo más probable, así que no estaba asustado: cuando uno llega a tocar fondo hay ciertos privilegios, que por banales, no se puede permitir; tampoco estaba tranquilo pero sí decidido así que se los mandé, le mandé todos mis deseos concentrados en algo menos que nueve palabras. Esperé y esperé y esperé su contestación, espere y esperé y esperé hasta darme por vencido, esperé y esperé y volví a esperar hasta que me di cuenta, muchas horas después, de que ya me había contestado, contestado con la más cómoda e inapelable de las respuestas: su silencio.

2/7/08



OTRA RONDA POR FAVOR

Temo el cierre de párpados en horas de cansancio, las faltas de atención en los atascos, los “hola qué tal” sin abrazos, a las rameras que trepan, a mi poco tacto... Me asusta el disimulo permanente, las conversaciones repelentes, los ceses estridentes y hasta la caspa que sale después de oír ciertos bastas... las calumnias. Odio las distancias que separan miradas, los “lo tenemos que dejar” sin poder siquiera rechistar, las tormentas, los malos tratos sin contacto, a las entusiastas sin entusiasmo y a los solitarios que, hoy por hoy, pujan por su almohada en bandadas de ciento volando. Lamento mi cobardía, la falta de iniciativa, la descortés tentativa de divorcio. Lamento también las transformaciones repentinas, el exceso de llamadas que rozan el acoso, el fruto de mis despojos, lo bochornoso de la situación. Detesto tener que escribir por no poder decir un simple “te necesito”, las espinas que surgieron en las ruinas repentinas de la alegría de mi corazón, el sin ton ni son, los “hasta luego”, la ofuscación en días de verano, la falta de templanza, la brillantez del sol desamparado que allá arriba espera a que se obre un milagro. Maldigo, en definitiva, la villanía con la que el destino me obsequió y que me permitió adentrarme en un pozo bien hondo, seguramente hecho a mi medida.


PD: Dichosos los que padecen insomnio pues al menos ellos no son martirizados en el reino de los sueños.

29/6/08



OTRO GÜISQUI DOBLE CON SODA PERO SIN SODA

Me lo encontré la otra noche a eso de las seis de la mañana cuando regresaba a casa después de haberme desvelado y decidido salir a meditar. Iba caminando sólo, con una cerveza medio vacía, la cara pálida y con la apariencia de haber estado bebiendo sin parar desde hacía horas... quizá días. Al verlo me acerqué, lo conocía demasiado como para no darme cuenta de que algo le rondaba la cabeza y quería satisfacer aquella repentina curiosidad lo antes posible, así que le saludé con total cordialidad y le invité a tomar algo. Fuimos a un bar poco concurrido para evitar que me viesen en su compañía y una vez allí nos sentamos a charlar en una de las mesas más apartadas.

La conversación empezó cómo todas, a base de preguntas absurdas y del todo innecesarias que sirven para construir un clima propicio para las confesiones. Hablamos mucho, tanto que ya había olvidado el hedor que emanaba de su ropa tras la tercera consumición. No recuerdo el tiempo que necesitó para sincerarse pero lo que sí sé es que se acabó por desmoronar. No pudo aguantar más y tras unos minutos de llantos y sollozos me confesó con cara de pena que ya nada le importaba, que nada le quedaba al margen de sus frustraciones y que solamente encontraba sentido a vivir cuando bebía. Traté de consolarlo con otra copa bien cargada (así era como las tomaba) y cuando surtió efecto le dejé algo de dinero y me marché a casa a descansar. Me acosté con la sensación del deber cumplido: esa misma noche moriría en algún portal.



PD: ¿Qué importancia tiene la destrucción de un hombre a manos de sí mismo?

4/6/08



ZUMO DE HUMO PARA RECORDAR

Mientras un insolente sol observaba desde lo más alto tuvo lugar su primer encuentro. Era del año la estación menos fría y ella de esas mujeres que enloquecen a cualquiera. La cordialidad había estado presente durante toda la tarde hasta que, una vez separados, no pudo él si no preguntarse quién era aquella criatura que había aparecido en su vida como la aurora: tan embrujadora como la luna, tan radiante como el sol y tan temible como un ejército dispuesto para el combate.


PD: “¿Qué es un aniversario? Acaso un error de fecha. Si no se hubiera compartido el año en trescientos sesenta y cinco días, ¿qué sería de nuestro aniversario?” El caso es que con este ya van tres...

28/5/08


SUICIDIO MORAL

El ruido de la oscuridad al caer lo inundó al fin todo. Habían sido algunos los mensajes de advertencia pero no quiso prestarles atención; demasiado ocupado para atenderlos, demasiado indolente como para saberlo. Una mala racha, sólo eso, se decía una y otra vez a cada penosa mano que la suerte le repartía. Creyó que una buena jugada podría sacarle del pozo dónde él solo se había ido metiendo, día tras día, sin sospecharlo, desde el principio de los malos tiempos.


PD: Había perdido todo de manera paulatina siguiendo aquella absurda corazonada y ya nada le quedaba; ni tan siquiera una sola de las ilusiones que le acompañaban antes de la partida le fue fiel hasta el final, una a una habían ido desfilando sin mirar atrás, al igual que su suerte: sin despedirse, sin ninguna clase de pudor, sin mostrar un atisbo de delicadeza.

24/5/08



Quería introducir aquel servilletero hasta lo más profundo de su cráneo. La idea era la siguiente: se lo tiraría con fuerza, sin pestañear y con uno de sus vértices como avanzadilla. Era un plan sencillo, instantáneo y práctico, tremendamente práctico.

PD: Poco después recordé el consejo de contar hasta diez antes de actuar y decidí, bajo coacción, seguirlo a rajatabla.

14/5/08



FRÍO, SILENCIOSO Y AGOBIANTE

Hubo una vez en que me compararon con algo así como un cuartucho cerrado y solitario. He pensado en ello y comprendido su significado. Ahora me planteo si será tiempo de imprimir cartillas de racionamiento a nuestras palabras, mascar tabaco y escupir.

5/5/08



“HASTA LAS SUELAS DE MIS ZAPATOS LA ECHAN DE MENOS”

Volvió a ocurrir. Había jurado que no volvería a pasar y acabó sucediendo una vez más. Años separan un tropiezo del otro y lejos de haber aprendido a curar las secuelas, o al menos a no pensar en ellas, surgen más intensas y preocupantes. Recuerdo, ahora que he releído las páginas ya amarillas de las crónicas de aquel mes de noviembre, el orden que habían seguido los acontecimientos hasta desembocar en la solución final. Envidio aquella resolución, que por dura, no podría tomar sino por locura a día de hoy...

¡Ai! ¿Qué hacer cuando ya nada tiene sentido y no se quiere entrar donde habita el olvido?

14/4/08



EN LA CABEZA

En un sitio bien visible decidió postrar una recua de buenos recuerdos. Había decidido colocar allí lo más importante y los momentos más felices. Se decía para sí que de esa manera jamás los podría olvidar y así fue, desde entonces no pasaría un solo día en el que aquellas caras no le esbozasen la mejor de sus sonrisas.


PD: Después de verlo no tenía ganas de reir y me contenía para no gritar. Pero total... ¿para qué hablar?

8/1/08



Me fui solo a meditar, lo necesitaba después de lo ocurrido. Buscaba inútilmente inspiración en alguna de las lentas, placenteras y muy pausadas bocanadas que propinaba sin cesar, y sin cordura ni mesura, a aquel viciado aire que inundaba la habitación al completo dándole un aspecto anubarrado y también, sea dicho de paso, un poquito celestial. Pasado un rato comencé a bogar en un barquito de papel por el inmenso mar de la especulación, allí, mientras las ondas mecían la embarcación y el viento zarandeaba mis cabellos, mi mente se ocupaba de cavilaciones sustanciales sobre separaciones temporales y de muy difícil aceptación. Sin ganas de sonreír y apesadumbrado como estaba recordé una bonita estampa ocurrida en el salón principal de un palacio con vistas a un arenal de escasas proporciones y grandes sinsabores. Estampa, que por novedosa e intrigante, hizo de detonante en una compleja y muy inestable figura como si de un bien nutrido masclet se tratara, explotando dentro, muy dentro, ahí donde se guardan los deseos.