Basándose en unas máximas absurdas de un majara antiguo decidió comprarse una maleta y desaparecer. El ritmo de los acontecimientos, decía, es tan poderoso que no se puede combatir y, de hacerlo, sólo encontraremos la más absoluta de las desesperaciones. Sus palabras, sin duda, eran las de alguien cansado, las de alguien a quien le ha ido mal, las de alguien, en definitiva, que ha subido hasta lo más alto de la locura y, una vez arriba, se ha visto obligado a bajar.
PD: Ahora, entre birras bien frías y canutos cargados, intenta volver a la normalidad.