9/11/08



No dijo nada y sonrió. Aquella fue la última vez que supo de su existencia. Desde entonces ha pasado por muchas fases hasta llegar a la actual. Recuerdo la angustia primaria, la obcecación que le siguió y, sobre todo, su imperturbable manera de afrontar el asunto; extraña manera, horrible asunto.

Basándose en unas máximas absurdas de un majara antiguo decidió comprarse una maleta y desaparecer. El ritmo de los acontecimientos, decía, es tan poderoso que no se puede combatir y, de hacerlo, sólo encontraremos la más absoluta de las desesperaciones. Sus palabras, sin duda, eran las de alguien cansado, las de alguien a quien le ha ido mal, las de alguien, en definitiva, que ha subido hasta lo más alto de la locura y, una vez arriba, se ha visto obligado a bajar.


PD: Ahora, entre birras bien frías y canutos cargados, intenta volver a la normalidad.

2/11/08



KATAPLÚN

Llegaron una a una con marcado paso militar y la frialdad de un cirujano. Seguían un ritmo oscilante, a veces pausado y a veces frenético, a veces nervioso y a veces impasible, a veces terrible y por momentos siniestro. Las fui despachando lo mejor que pude en el rigurosísimo orden en el que iban llegando, poco a poco, sin a penas inmutarme, sonriendo como sólo sonrío cuando algo no me hace gracia y conteniéndome como nunca me contengo. Tratando como estaba de procurar llevar la expresividad hasta mínimos absolutos un único deseo apareció en mi mente; quería tintar las paredes, golpe a golpe, durante largo rato, sin pestañear, sin que me diese tiempo a si quiera pensar ni mucho menos a que un simplón atisbo de sensatez interrumpiese aquel armonioso martilleo que me tranquilizaría; pero... al poco deseché esta opción. No por nada, es sólo que la consideré cobarde e inútil, tremendamente inútil y, tras levantarme, decidí serenarme, no tomar calmantes y echarme a dormir.

PD: Mañana será otro día, pensé. Pero lo cierto es que tan sólo era ira contenida.