15/10/08



SI NO QUE SE LO PREGUNTEN A ELLA

Habían estado juntos durante mucho mucho tiempo, es más, harían dos años dentro de bien poco y pensaban celebrarlo por todo lo alto. El vino correría por cuenta ajena durante toda la cena, los alimentos irían desfilando con la elegante parsimonia característica de los desfiles veniales, la música emanaría de un reputado cuarteto de cuerda y, tras el postre, llegaría la sobremesa y con ella las copas, los puros y los bailes. Luego los regalos, los besos y un romántico paseo a la luz de las farolas de la capital. La noche les sonreiría y ellos sonreirían a la noche. La celebración seguiría en casa entre sábanas de fina seda y numerosas velas minuciosamente colocadas. Todo estaría en su justa medida, todo sería perfecto, nada fallaría... creándose una atmósfera muy personal y romántica, tremendamente romántica. Allí, en su nidito de amor en régimen de alquiler, se dejarían querer durante horas y horas, mirándose como sólo los enamorados se miran y prometiéndose lo que sólo los enamorados se prometen y, al final, exhaustos los dos, se abrazarían deseando vivir siempre en ese preciso instante: sin mentiras, sin complejos, sin recelos... separados únicamente por un fino velo de sudor, el de él y el de ella, sintiéndose como uno sólo en la inmensidad de este loco mundo. Esa noche dormirían felices y ajenos a la fatalidad pero... ya se sabe que las relaciones, como la vida misma, llenas están de profundas decepciones y amargos sinsabores por lo que, una vez más, el amor más sincero se transformó en el pesar más profundo.


PD: Ahora, mientras ella deambula destrozada por calles anónimas junto a personas anónimas, a mi me ha dado por pensar. He pensado que el amor es estiércol y sobre lo muy duro que puede resultar apostar.