AULLIDOS EN LA ESTEPA
Se despertó en el sofá rojo semidesnudo, sediento y
apenado. Demasiada ginebra la noche anterior, pensó, y decidido fue al baño. La
meada, larga y clara, le informaba de lo que ya sabía, se lo había pasado bien.
Una sensación de euforia comenzó a apoderase de él, debía seguir borracho. Se sirvió
una copa para celebrarlo y, tras poner música, se sentó en el sillón.
Los acordes, el vaso helado y el calor del cigarro
consiguieron instalarlo en ese estado de calma aparente que tanto le gustaba y
que últimamente no conseguía alcanzar. “Tiempos difíciles” musitó. Luego dudó
unos segundos, lo pensó seriamente y la contención de una sonrisa dejó paso a
una sonora carcajada. Menudas ocurrencias tenía. Duro era picar piedra, lo suyo sólo un corazón roto.