9/3/11



ADORMILADO EN EL ERÓTICO CALOR DE LAS SÁBANAS

Las costumbres, pese al paso del tiempo, seguían siendo las mismas así que se levantó, fumó, se vistió y aún dormido comenzó a andar. El día era hermoso y la calle, con sus típicas tiendecillas de barrio ya abiertas, estaba preciosa y llena de vida. Los viandantes, aunque ajenos al motivo de la sonrisa que recibían, contestaban con armoniosa condescendencia potenciando, seguramente sin quererlo, el mismo sentimiento de bienestar que le había cautivado muchos meses atrás cuando embelesado y bien acompañado había salido a pasear.

No había plan establecido así que se dejó llevar por las mismas calles con distinta gente y diferentes pensamientos. Todo estaba igual, ni una piedra se había movido, era como si el destino en su eterna indiferencia se burlase de la fugacidad de los buenos momentos, de la fragilidad de sus recuerdos, del regusto amargo que dejan los grandes acontecimientos. Aún así siguió para adelante sin amedrentarse, paladeando la melodía de sus propios pasos, degustando los olores del asfalto… sintiendo Madrid.