12/7/13


Una vez valorado el reposo de los acontecimientos como prudencial cogió la carpeta azul de su lugar de retiro y con la serenidad del adicto se dispuso a retomar la labor de “regresión, anotación y vuelta a empezar” que unos cien días atrás había empezado y que por agotadora tuvo que dejar sin acabar.

La obra consistía o, mejor dicho, pretendía ser, la primera fase de algo. Puede que la base sobre la que se sustentasen las tragicómicas crónicas de la vida en estos tres últimos años o, tal vez, el riguroso registro de las palabras que el viento no se pudo llevar… No obstante, y eso lo tenía claro, el fin era lo de menos. Tarde o temprano y antes de llegar lo dejaría. Lo importante era el acto poético en sí mismo: más que concretar en un par de hojas acontecimientos cronológicamente ordenados se trataba de echarle un pulso al olvido, de retar al destino, de mirar a la cara a la muerte saboreando la inmortalidad.