30/12/07



AQUÍ YACE LA ESPERANZA Y FUE ASESINADA POR DESCUIDADA

Habla, habla mucho, habló, habló mucho y muy bien. Dijo lo que pensaba sin a penas inmutarse y eso me chocó; me chocó por el enorme grado de deshumanización con el que había cubierto sus palabras sin que ni tan siquiera se delatase en su rostro el más mínimo signo de debilidad, o si se prefiere, algún resquicio de afecto. La brevedad funcionó como constante en aquel discurso a la intemperie y de auditorio exclusivo que se produjo el día de autos, que no es otro que un buen día de un mal año. Cuando hubo acabado me cayeron cuantas estrellas había en el firmamento, pero no una a una, si no en una única tanda que hizo temblar todo, de los pies a la cabeza, ocasionando los más graves destrozos en el amor propio y el buen juicio. Cierto que no escatimó en gastos a la hora de adornar su alegato final, que no defendía otra cosa que mi ejecución inminente, y que ponía a su orador (en este caso oradora) en un papel de sufridor. Decía haber padecido durante años los ires y venires de un neurótico no tratado que solo jugaba y reía, jugaba a tirar y aflojar de una cuerda imaginaria y se reía de todo sin prestar atención a nada; también (y siempre según ella) decía haber padecido un fulminante desasosiego a causa de monotemáticos pensamientos provocados por la perversa figura del ya citado enfermo. “¡Esto no puede seguir así!” se le escapó en lo que pareció ser un ataque de ira contenida, y acto seguido propuso la solución final entre dientes: olvidar ignorando. La incomprensión me asaltó con un excelente fusil cargado de reproches; no me había percatado de la encerrona y en aquellos momentos estaba allí para ser matado en vida y yo, ingenuo de mi, ni lo sospechaba. No dije nada, bueno sí, pero no era yo, yo no hablé, fue otro el que lo hizo por mi, ese otro yo conformista que afronta las desilusiones como si de alegrías se trataran y que se pasa las horas mirando al horizonte buscando respuestas que nunca llegarán.

Ahora oigo voces en mi cabeza, son groseras y estridentes, no cesan de increparme. Ni una sola cosa bonita y confortable me han dicho en un rato largo. Cierro los ojos y pienso en los suyos, las voces se alejan y puedo imaginar lo que me plazca. Imagino que no hay distancias, que los días son soleados y los silencios cortos. Imagino que los planes surgen, las flores no se marchitan y que la felicidad hace la degustación de perdices el plato nacional. Con una inocencia que roza el ridículo abro los ojos. Convencido como estaba de que la vida también pude ser sueño me llevé la decepción de mi vida; todo estaba tan mal como antes de haberlos cerrado.


PD: Era arena en mi mano.

3/12/07



¿BAILAMOS?

Quería vestir de etiqueta a mis palabras, con traje largo y zapatos a juego. Mi intención también era ponerles colorete y acicalarlas bien. Luego les echaría un caro perfume de alguna marca italiana y al compás de una bonita melodía harían su aparición en esta humilde palestra. Avisadas estaban que debían ser sensatas y claras para no dar lugar a dudas, la situación lo requería y no sería yo quien esta vez escatimase en gastos y menos en intenciones. Confiaba en ellas y ellas me apoyaban; les había contado todo con pelos y señales y me comprendían, sabían que era importante para mí y accedieron. En este punto les hablé del miedo escénico (ese que siento en ocasiones y que me altera el pulso y entrecorta la respiración) y una vez hube acabado, cuando ya partían, las detuve en la antesala de la meditación aludiendo cambio de planes repentino; debían quedarse conmigo, al menos de momento. Ahora tocaba esperar a ver que pasaba, sin presiones, más que nada por si las moscas... vale, lo reconozco, temía una negativa. Ellas, tan comprensibles, no se resistieron.


PD: Nunca he llegado a olvidar las cartas que te escribí.

9/9/07



Y aquella ave que durante lo que asemejaban lustros permaneció en la penúltima de las etapas antes de la libertad retoma al fin su vuelo.


PD: Como dice la canción: “Que las nubes de tormenta alejen a todos del lugar. Vengan con la lluvia. Tengo una sonrrisa en la boca.”