11/5/14



   No había pasado un solo día en el que lo primero que se le pasase por la cabeza fuese lo único que no podía conseguir. No había pasado un solo día en el que lo último en que pensase no le hiciera tremendamente infeliz. No había pasado un solo día, ni uno solo, en el que no encontrase un momento para la mentira o la desesperación. Los días, estancados en aquella mañana del fin del mundo, habían dejado paso a las interminables noches.

   Hoy, consciente de los grandes cambios, se dio cuenta que simplemente vivía la premonición de un treinta de octubre: el resultado de un mundo gris. Ahora, hace ya tanto tiempo, comprende al fin el verdadero significado de las cosas y, harto de llorar, no puede sino sonreír.