9/11/08



No dijo nada y sonrió. Aquella fue la última vez que supo de su existencia. Desde entonces ha pasado por muchas fases hasta llegar a la actual. Recuerdo la angustia primaria, la obcecación que le siguió y, sobre todo, su imperturbable manera de afrontar el asunto; extraña manera, horrible asunto.

Basándose en unas máximas absurdas de un majara antiguo decidió comprarse una maleta y desaparecer. El ritmo de los acontecimientos, decía, es tan poderoso que no se puede combatir y, de hacerlo, sólo encontraremos la más absoluta de las desesperaciones. Sus palabras, sin duda, eran las de alguien cansado, las de alguien a quien le ha ido mal, las de alguien, en definitiva, que ha subido hasta lo más alto de la locura y, una vez arriba, se ha visto obligado a bajar.


PD: Ahora, entre birras bien frías y canutos cargados, intenta volver a la normalidad.

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