8/1/08



Me fui solo a meditar, lo necesitaba después de lo ocurrido. Buscaba inútilmente inspiración en alguna de las lentas, placenteras y muy pausadas bocanadas que propinaba sin cesar, y sin cordura ni mesura, a aquel viciado aire que inundaba la habitación al completo dándole un aspecto anubarrado y también, sea dicho de paso, un poquito celestial. Pasado un rato comencé a bogar en un barquito de papel por el inmenso mar de la especulación, allí, mientras las ondas mecían la embarcación y el viento zarandeaba mis cabellos, mi mente se ocupaba de cavilaciones sustanciales sobre separaciones temporales y de muy difícil aceptación. Sin ganas de sonreír y apesadumbrado como estaba recordé una bonita estampa ocurrida en el salón principal de un palacio con vistas a un arenal de escasas proporciones y grandes sinsabores. Estampa, que por novedosa e intrigante, hizo de detonante en una compleja y muy inestable figura como si de un bien nutrido masclet se tratara, explotando dentro, muy dentro, ahí donde se guardan los deseos.