30/4/10



Después de estar caminando un buen rato entre pasillos imaginarios llegamos a un claro en el que se dejaba de sentir el hedor desprendido por la marabunta de cuerpos que se movían sin cesar en lo que parecía un rito de adoración primitivo a alguna deidad pagana.

Fue en ese preciso instante, mientras divagaba sobre la higiene de los allí reunidos, cuando a pocos metros la pude contemplar por vez primera. Rodeada estaba por caras conocidas, algunas más que otras, así que comenzaron los saludos amigables mientras yo, aferrándome al protocolo, observaba con atención e ingenuo interés paladeando el concepto de mujer hermosa.


PD: Luego, sin saber muy bien cómo, amaneció otro día.