Fue en ese preciso instante, mientras divagaba sobre la higiene de los allí reunidos, cuando a pocos metros la pude contemplar por vez primera. Rodeada estaba por caras conocidas, algunas más que otras, así que comenzaron los saludos amigables mientras yo, aferrándome al protocolo, observaba con atención e ingenuo interés paladeando el concepto de mujer hermosa.
PD: Luego, sin saber muy bien cómo, amaneció otro día.