Y entonces aparecieron o, mejor dicho, apareció ella haciendo desaparecer al resto. Vestía para la ocasión todos los arquetipos de la mujer perfecta, unos pantaloncitos cortos que hacían del final de sus nalgas objeto de culto y una camiseta a rayas que dejaba entrever, con el permiso de sus largos cabellos color azabache, una clavícula sensual y delicada a partes iguales. Su cara, presidida por unos ojos ligeramente rasgados y gobernada por una boca mediana y sugerente, era el vivo reflejo de exotismo, pero no un exotismo lascivo, sino uno sutil e interesante que con su efecto narcótico hacía de ella una mujer atrayentemente atemporal.
PD: Siendo el continente de bohemia a través de su mirada ínfimamente asimétrica se podía intuir un contenido a la altura de las circunstancias. Y el contacto con su piel… ai! El contacto con su piel dejaba tras de sí tamaña impronta que, aun con el paso de los años, permanecerá inmutable en mi memoria.

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