4/2/09



No entiendo muy bien el porqué de su extraño proceder en un calibre de tal asunto. El tiempo pasaba, según parecía, al margen suyo, sin rozarlo, sin tocarlo, pasando de él como sólo él pasaba. Llovía, recordaba, granizaba y tronaba, y él seguía al margen del tiempo, de sí, de todo. Era como si se hubiese estancado en un pasado reciente, hiriente, que invalidase la posibilidad de continuar. Pero era feliz, o más bien infeliz, a su manera, con sus sueños, logros y lloros. Lloros que se transformaban en llantos callados cuando se trataba de Ella.

Puede que estuviera enamorado, puede también que los accesos de locura tiempo atrás archivados salieran a la luz, puede incluso que mintiese, que faltara a la verdad, que se lo hubiese inventado todo. Pero lo único cierto es que en esta historia de las verdades sólo hay una, la verdad de las mentiras, de las verdades que se dicen cuando se miente, de los mentirosos piadosos que en intervalos de ocho segundos dicen digo cuando quieren decir te quiero, de los dices y diretes, de los te quiero sin quererlo.

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